(Epopeya de una mentira mal contada)
Esta historia no busca lectores. Como el ser humano, se
busca a sí misma, hurga entre sus viejas ropas y en los rincones del
inconsciente colectivo los vestigios de la felicidad perdida, como el argonauta
que trata de atrapar la última parte de su sueño reciente con la ansiedad
abriéndole una ventana hacia su sin sentido. Quizá sea perder el tiempo
diciendo algo que se ha dicho por siempre desde Epicuro, o tal vez por eso,
porque ya se ha dicho y no hemos entendido nunca su contrasentido es necesario
esculpirlo en el mármol de todas las eras. ¿La parábola de la existencia no
consistía en una señal trazada entre coordenadas? El microcosmos nos susurra
casi siempre el misterio de la certidumbre, pero, pensábamos que se trataba de
simple ruido, de música sonando a las afueras de la ciudad, y siempre, alguien
en el umbral de puerta queriendo abrirla para escapar del tedio huyendo de sí ,
y luego, sentado ya en su sillón, tratando de espantar la locura con migajas de
paciencia para consigo mismo. No había nada que buscar, es solo que se eligió
mal en algún punto del camino. Tal vez la libertad sea eso, decidir por el
miedo o en el mejor de los casos, consolarse entre las cobijas de la rutina,
apagando todo impulso, desplazando el protagonismo a los más intrépidos, y así,
se quemó Roma y perdieron la Alhambra los musulmanes.
- Trinidad Gerardo Martinez Cardenas -
No hay comentarios:
Publicar un comentario