lunes, 7 de enero de 2013

El niño que era amigo del demonio.


Todo el mundo, en el colegio, en la casa, en la calle, le decía cosas crueles y feas del demonio, y él le vio en el infierno de su libro de doctrina, lleno de fuego, con cuernos y rabo ardiendo, con cara triste y solitaria, sentado en la caldera.

Pobre demonio -pensó-, es como los judíos, que todo el mundo les echa de su tierra”.

Y, desde entonces, todas las noches decía: “Guapo, hermoso, amigo mío” al demonio.

La madre, que le oyó, se santiguó y encendió la luz: “Ah, niño tonto, ¿tú no sabes quién es el demonio?”.

-dijo él-: sí: el demonio tienta a los malos, a los crueles. Pero yo, como soy amigo suyo, seré bueno siempre, y me dejará ir tranquilo al cielo”.


Ana María Matute -

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