jueves, 15 de noviembre de 2012

Carta a Rubén Darío.


“Perdón si le molesto una vez más. Hoy he logrado un momento de calma en mi eterna exaltación dolorosa. Y estas son mis horas más tristes. En ellas llego a la consciencia de mi inconsciencia. Y no sé si su neurascenia ha alcanzado nunca el grado de la mía. Yo no sé si usted ha mirado alguna vez la locura cara a cara y ha luchado con ella en la soledad angustiosa de un espíritu hermético. No hay , no puede haber sensación más horrible. Y el ansia, el ansia inmensa de pedir socorro contra todo- contra el mismo Yo, sobre todo- a otro espíritu mártir del mismo martirio. Acaso su voluntad, más fuerte necesariamente que la mía, no le dejará jamás comprender el sufrimiento de mi debilidad en lucha con tanto horror. Y en tal caso, si viviera usted cien años, la vida debía resultarle corta para reír de mí- si es que Darío puede reír de nadie-. Pero si por alguna afinidad mórbida llega usted a percibir mi espíritu, mi verdadero espoírit, en el torbellino de mi locura, me tendría usted la más profunda, la más afectuosa compasión que pueda sentir jamás. Piense usted que ni aun me queda la esperanza de la muerte, porque la imagino llena de horribles vidas. Y el derecho del sueño se me ha negado caso desde el nacimiento. Y la primera vez que desborda mi locura es ante usted. ¿Por qué?Nadie debió resultar más imponente a mi timidez . ¿Cómo hacerle creer en ella a usted, que sólo conoce la valentía de mi inconsciencia? Tal vez porque la reconocí más esencia divina que a todos los humanos tratados hasta ahora. Y por lo tanto más inocencia. A veces me asusta mi osadía; y a veces ¿ a qué negarlo?, me reprocho el desastre de mi orgullo. Me parece una bella estatua despedazada a sus pies. Sé que tal homenaje nada vale para usted, pero yo no puedo hacerlo más grande.A mediados de octubre pienso internar mi neurosis en un sanatorio, de donde, bien o mal, saldrá en noviembre o diciembre para casarme. He resuelto arrojarme al abismo medroso del casamiento. No sé: tal vez en el fondo me espera la felicidad. ¡La vida es tan rara! ¿Quiere usted escribirme una vez más, aunque sea la última, para decirme solamente que no me desprecia”

- Delmira Agustini -

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