sábado, 5 de octubre de 2013

Gansos de nieve.

   
(Epopeya de una mentira mal contada)

Esta historia no busca lectores. Como el ser humano, se busca a sí misma, hurga entre sus viejas ropas y en los rincones del inconsciente colectivo los vestigios de la felicidad perdida, como el argonauta que trata de atrapar la última parte de su sueño reciente con la ansiedad abriéndole una ventana hacia su sin sentido. Quizá sea perder el tiempo diciendo algo que se ha dicho por siempre desde Epicuro, o tal vez por eso, porque ya se ha dicho y no hemos entendido nunca su contrasentido es necesario esculpirlo en el mármol de todas las eras. ¿La parábola de la existencia no consistía en una señal trazada entre coordenadas? El microcosmos nos susurra casi siempre el misterio de la certidumbre, pero, pensábamos que se trataba de simple ruido, de música sonando a las afueras de la ciudad, y siempre, alguien en el umbral de puerta queriendo abrirla para escapar del tedio huyendo de sí , y luego, sentado ya en su sillón, tratando de espantar la locura con migajas de paciencia para consigo mismo. No había nada que buscar, es solo que se eligió mal en algún punto del camino. Tal vez la libertad sea eso, decidir por el miedo o en el mejor de los casos, consolarse entre las cobijas de la rutina, apagando todo impulso, desplazando el protagonismo a los más intrépidos, y así, se quemó Roma y perdieron la Alhambra los musulmanes.



- Trinidad Gerardo Martinez Cardenas -

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