jueves, 1 de septiembre de 2011

El desengaño.

El mundo está compuesto por seres individuales y personales que son únicos y absolutamente irreproducibles. La manera de él no necesariamente es la mía, es la de él, porque él es una persona y yo soy otra. Además, si me quisiera exactamente a mi manera, él no sería él, él sería una prolongación de mi.

Ella quiere de una manera y yo quiero de otra, por suerte para ambos. Y cuando yo confirmo que ella no me quiere como yo la quiero a ella, ni tanto ni de la misma manera, al principio del camino me decepciono, me defraudo y me convenzo de que la única manera de querer es la mía. Así deduzco que ella sencillamente no me quiere. Lo creo porque no expresa su cariño como lo expresaría yo. Lo confirmo porque no actúa su amor como lo actuaría yo.

Es como si me transformara, ya no en el centro del universo sino en el dueño de la verdad: Todo el mundo tiene que expresar todas las cosas como yo las expreso, y si el otro no lo hace así, entonces no vale, no tiene sentido o es mentira. Una conclusión que muchas veces es falsa y que conduce a graves desencuentros entre las personas.

A medida que recorro el camino del encuentro, aprendo a aceptar que quizás no me quieras. Y lo acepto tanto desde permitirme el dolor de no ser querido como desde la humildad.

El afecto es una de las pocas cosas cotidianas que no depende sólo de lo que hagamos nosotros ni exclusivamente de nuestra decisión, sino de que efectivamente suceda. Quizás pueda impedirlo, pero no puedo causarlo. Sucede o no sucede, y si no sucede, no hay manera de hacer que suceda, ni en mi ni en vos.

Jorge Bucay -

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