domingo, 11 de mayo de 2014

Dejar de fumar.



Hay años que es mejor no levantarse,
dejar que pase el tiempo, no asomarse
a ninguna ventana ni al abismo.
Encender un cigarro que te mate
limpia y dulcemente, como deben
matar todos los vicios y venenos.

Y pensar que la vida, al fin y al cabo,
es esta soledad de los papeles,
el cansancio de agujas y aspirinas,
los dolores sin ti, la amarga náusea
de no saber qué haces o por donde
te mueves ahora mismo o en quién piensas.

Son los días extraños. Cuando pesan
noticias en periódicos y busco
algún bar donde olvidar la vida lentamente.
Recuperar la noche y los recuerdos,
dejar para mañana las promesas.

Porque, a pesar de todo, en esta hora
me llega la certeza más exacta
de qué nada ha cambiado y continúan
los miedos en la puerta de la casa.
Y ahora, en fin, cuando ya nada
puede cambiar las cosas, te confieso:
Ni dejé de fumar ni te he olvidado.


- Rodolfo Serrano -

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