viernes, 30 de octubre de 2015

"Tantos coeficientes por encima de los 150 y todavía nadie ha tenido los cojones de decirme
por qué los domingos nos da por echar de menos y abril nos congela por dentro.

Menuda putada eso de querer tanto y a la vez tan mal,
menuda putada ser tan fanática de las alturas
cuando las alas te fallan cada tres por dos,
y menuda putada saber
que mi próxima cicatriz va a llevar tu nombre.

Los sabios siempre han dicho
que las ruinas son señal de que hubo
un gran imperio hace mucho tiempo,
supongo que el amor es eso.
Pasar de que te oxigenen a que te oxiden
y no hacer nada al respecto,
porque el color rojizo del que se vuelve tu piel
te recuerda un poco a sus labios.
Clavarte un cuchillo a consciencia y no vendar la herida,
porque la sensación de escozor lleva la mitad de su nombre,
o perder todos los trenes del mundo,
por quedarte a su lado solo un rato más.

Llevo demasiado tiempo subsistiendo a base del
“al menos estamos bajo el mismo cielo”,
pero es que ya no sirve.
No cuando me muero de ganas de leerte en braille cada noche
y no cuando deseo con todas mis fuerzas ser Roma
y que todos los caminos te lleven a mí.

Llega la despedida,
y te digo que ha sido un placer haberte dolido.
“El daño es mío”, me respondes,
y disparas cien balas por palabra
que acaban desgarrándome el pecho.
Entonces es cuando más me da por amarte,
en dieciséis novenos y en cuatro tercios,
con ritmo binario y bailando un vals,
levantándole la blusa a Madrid
y hasta ayudando a Barcelona a ponerse la chaqueta.
Y es que ahora son las 2:43 a.m,
tengo un campamento montado bajo mis propias sábanas,
un libro de Marwan que me está pidiendo que le saque a bailar,
y a Sabina cantando
“ni yo mato por celos,
ni tú mueres por mí.”


- Marta Aguadero -

No hay comentarios: