martes, 2 de agosto de 2011

Calor...

Hace mucho que no escribía algo así, pero hoy se dieron los hechos y la inspiración.

Cuando era pequeñito no solíamos usar el calentador de agua, poníamos agua sobre la estufa, luego procedíamos a llenar una tina con esa agua y mezclara con agua caliente hasta llegar a la temperatura adecuada al gusto de quien se fuera a bañar.
Esta forma de hacer las cosas nos trajo muchos accidentes, uno bastante grave en el que mi hermana mayor tuvo quemaduras bastante serias y perdió mucha piel, sin embargo no se dejó de utilizar este maravilloso método.
Fue en esas épocas cuando desarrollé mi gusto por el agua caliente y no necesariamente el agua, me explico:

Me recuerdo a mi mismo sentado en los escalones afuera de la primaria esperando a que mi mamá pasara por mi, me dejaba el suéter de la escuela y me sentaba justo donde había sol, no importara la época del año o lo intenso que fuera el sol, que si bien es cierto mientras mas calor hiciera mejor me sentía. Cerraba los ojos y esperaba un poco, al cabo de unos minutos comenzaba a sentir ese calor, es una sensación indescriptible, es como abrir el grifo debajo de la piel y llenar todo ese espacio entre la piel y la carne con agua caliente muy caliente, para mi era delicioso sentirlo.

Luego un día accidentalmente descubrí que esa sensación podía revivirla con agua caliente, a una temperatura específica, así que mis baños eran planeados minuciosamente, pero dadas las limitaciones de el sistema de calentar agua y llenar una tina un día decidí armarme de rebeldía y profané la regadera...

Aún no me queda muy claro el porque, pero en casa no solíamos usar la regadera, era tema prohibido, digo si no usábamos el calentador de agua, muchísimo menos la regadera...
Así que un día simplemente el agua de la regadera comenzó a correr y aún no se como aprendí a encender el calentador de agua, recuerdo que no hubo regaños, que no hubo nada de eso, luego se volvió al viejo sistema y no hubo mucho por discutir, largo tema y poco espacio.

Tiempo después hablándolo en terapia respecto a esa deliciosa sensación, concluimos que era una forma de sentirme abrazado, de tener ese calorcito necesario del animal gregario.

Hoy esa tolerancia al calor sobre la piel me fué de bastante utilidad, ¿Quien diría?

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